miércoles, 13 de abril de 2011

Me, myself and Barcelona


Esto de ir a Barcelona a tocar tras mucho tiempo sin pisar la ciudad condal me trae numerosos y contradictorios recuerdos. Y hoy me apetece contarlos.

Comencé a ir cuando era un enano, no sé si tendría 5 o 6 años. Mis primos que vivían allí eran de la misma edad que yo y por eso mis tíos me invitaban en verano. Esto me hace pensar en cómo han cambiado las cosas. Mis padres me llevaban de la mano hasta pie del avión donde me recogía una azafata de Iberia, que era la encargada de cuidarme durante el trayecto. Imaginaos, ¡un enano volando sólo hasta Barcelona!. Vamos, algo inviable ahora mismo.

De esos veranos recuerdo como acampábamos en la playa, lavábamos las sandías en el mismo mar y también como nos poníamos malos todos los primos a la vez. Supongo que nos daría una insolación o cualquier cosa. Bellos recuerdos de la infancia.

Por diversos motivos no volví hasta muchos años después. Fue cuando empecé, junto a Cesar Estabiel, Jorge Palomar y Raul (un chico francés del que ahora no me acuerdo del apellido), el fanzine Las lágrimas de Macondo. Acabábamos de sacar el primer número y, junto a Malsonando, no paraban de hablar de nosotros. Quizás porque, por entonces, no había casi revistas de música y Rockdelux andaba un poco perdida (luego reaccionó muy bien y, además, nos contrató a todos para trabajar con ellos). El caso es que se celebraba un BAM, era septiembre y yo me fui para allá cargado con 200 ejemplares para vender en la feria de discos. El viaje fue un infierno, sobre todo al llegar, ya que las bolsas que contenían el fanzine pesaban muchísimo y no paraba de llover.

Mis primos no estaban, pero uno de ellos le dejó las llaves de la casa a un amigo al que yo tenía que llamar para recogerlas. El caso es que llamé y me lo cogió una chica, la hermana de el amigo de mi primo, que no sabía nada de él ni del asunto. Yo ya me veía sin dónde dormir esa noche. Pero me salvó el parecido de mi voz a a la de mi primo. "Tienes la misma voz que él", me dijo, "Vente y esperas aquí".

Agotado y calado hasta los huesos, llegué a la casa del amigo de mi primo y me abrió la puerta su hermana. Fue como ver aparecer un ángel. No sólo había confiado en mi, sino que quien me recibía era de una espectacular belleza. Tras un par de horas esperando pero encantado con la compañía, el hermano apareció y por fin pude ir a casa de mis primos. Los dias siguientes los pasé metido en la feria del BAM, vendiendo algunos fanzines y conociendo a un montón de gente del "indie" nacional.

Unos años más tarde, mis visitas a Barcelona se multiplicaron, principalmente por conciertos de Migala y Emak Bakia. Con Migala creo que toqué una vez en el BAM, dos veces en el Primavera Sound y otras dos veces en la Sala Apolo (la sala madre de La 2 de Nitsa, donde tocaremos Num9 este sábado que viene). Cada concierto con Migala fue muy distinto. En el BAM fue un desastre y muy bonito a la vez. El lugar era alucinante, creo que era la Plaza del Rei, y el público estaba muy entregado pero el sonido fue desastroso. Principalmente porque el técnico pasó de nosotros muchísimo. Abel acabó mostrando la indignación de todo el grupo delante de las cámaras de TV3, cosa que molestó a la organización pero que a nosotros nos pareció natural.

En la Sala Apolo recuerdo especialmente un concierto que compartimos, entre otros, con Astrud, Sr Chinarro y Will Oldham. Fue toda una pasada en cuanto al cartel y además hubo una conexión total entre todos los grupos (excepto uno, extranjero, que no merece la pena mencionar y que estaba muy cabreado porque "no eran cabeza de cartel")

Y en el Primavera Sound, Migala dimos uno de los conciertos embrionarios del que sería nuestro último disco, "La increíble aventura". Allí me di cuenta que, por fin, Migala sonábamos muy compactos, casi arrasadores en directo.

En cuanto a Emak Bakia, tocamos en dos conciertos totalmente distintos. El primero, también en el Primavera Sound, fue en formato trío y creo que nos salimos. David pinchaba y tocaba la batería, y Abel y yo llevábamos un arsenal de teclados y, por primera vez, el ordenador en directo. Fue muy divertido. Lo malo vino después, cuando cierto grupo, "por error", se llevó los platos, carísimos, de David. Conversaciones cruzadas, llamadas de móvil hasta bien entrada la madrugada... vamos, que no vi casi ningún concierto esa noche. Un poco desastre.

El segundo fue en una minigira conjunta con Matt Elliott. Tocamos en la sala Sidecar y salí contentísimo. Mucha gente y muchas felicitaciones. Por la noche, hice una de mis habituales apariciones sorpresa, ya que tras irme a dormir a las doce de la noche, dos horas después reaparecí, casi en pijama, en el bar donde estaba todo el mundo.

Luego, por supuesto, he tenido algunos viajes personales llenos de búsquedas en mi interior (frustradas o no), amores furtivos y reencuentros con amigos maravillosos. Incluso recuerdo que cuando trabajaba como crítico en Rockdelux tuve una comida con Santi Carrillo que empecé muy intimidado (era mi jefe y yo un chaval) y acabamos hablando intensamente de por qué Surfin Bichos no eran más conocidos y más valorados (por entonces casi todo el mundo pasaba de ellos, no llenaban los conciertos ni en Madrid ni en Barcelona).

Y ahora, tras muchos años sin ir por allí, vuelvo a Barcelona y lo hago, por fin, como Num9. Y no hace falta decir que tengo muchísimas ganas.

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